La mañana arrancó fría, como lleva
siendo habitual en este inusual verano. Caminaba hacia el atelier de
Sebastián Peter pensando en qué microescultura le pediría, había
tenido tiempo para hacerlo, pero no era capaz de decidir cuál de los
201 modelos esculpiría. Pero fue entrar en la sala y saberlo. En
aquella mañana, que también era inusual para él, ya que era la
primera vez que dejaba ver como una tiza se transformaba en una
pequeña obra de arte, yo pedí una escalera de caracol.
Me sentí partícipe desde el comienzo
del proceso,vi como Sebastián elegía la tiza, cómo observaba sus
burbujas, las marcas que le indicaban la calidad de la misma, los
desperfectos que podría haber dentro de ella, después hablando,
aprendí que no son desperfectos “sino marcas que el propio
material te va indicando y mostrando para que la escultura vaya
tomando forma".
De un solo trazo, con una
habilidad y seguridad de quien domina la técnica y el arte,
Sebastián Peter dibujó la escalera
que había pedido, una inspirada en Gaudí, con espirales áureas,
uno de los elementos recurrentes en el universo de este escultor, por
su importancia en la naturaleza y en el concepto de belleza.
Mirar, voltear, observar,
mover, volver a observar la pieza y comprobar que el cilindro de la
tiza toma forma...Sebastián, me explica que “todo consiste en una
búsqueda, averiguar qué hay dentro de cada pieza, a veces me ha
sucedido que quería sacar algo y me daba cuenta que no podía, que
no era lo que la tiza pedía”, así que ahora entiendo que existe
una pulsión entre la tiza, la cabeza y la mano.
Lo que antes intuía al ver
las piezas acabadas, la otra mañana pude comprobarlo, los procesos
de creación de Sebatián Peter no parten solo del interior, sino de
la comunicación, de la interacción de la energía.
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